La independencia del Perú: ¿monarquía o república?

 

La independencia del Perú: ¿monarquía o república?

Antes de llegar al Perú, San Martín ya tenía un largo historial de sentimientos monárquicos que se fueron confirmando por sus observaciones de anarquía luego de la independencia de algunos territorios americanos, especialmente del Río de la Plata. Pensaba que un proyecto monárquico era el mejor remedio para evitar el desorden. Una monarquía autoritaria y centralizada a la manera de un despotismo ilustrado que buscara elevar la cultura la calidad de vida de las personas.

Su experiencia en la guerra por la independencia lo había convencido que los americanos aún no estaban preparados para vivir en una forma republicana de gobierno. En Chile, intentó sin éxito que sus ideas fueran aceptadas pero sintió que en el Perú estaba su oportunidad. No en vano aquí en Lima se encontraba la aristocracia más numerosa del continente.

¿Pero acaso San Martín pensaba fundar un Reino en el Perú y nombrarse a sí mismo soberano? Nada más alejado de la verdad. En todo momento, demostró no tener ambiciones personales. Quería la independencia pero también evitar a toda costa la anarquía. Los peruanos, según San Martín, no tenían experiencia de autogobierno, además la mayor parte de la población no era ilustrada y vivía en condiciones económicas muy precarias.

Fue en la Conferencia de Punchauca donde por vez primera San Martín expuso sin éxito sus planes monárquicos a los realistas. Pero más adelante, durante el Protectorado, llevaría a cabo pasos más firmes para convencer que su proyecto era el más adecuado a la realidad del Perú. Creó la "Orden del Sol" -siguiendo el modelo de la Legión de Honor francesa- para condecorar a los que prestasen servicios distinguidos a la Patria y así formar una aristocracia peruana; también reconoció los títulos nobiliarios concedidos en España como títulos del Perú; y, finalmente, envió una misión diplomática a Europa -presidida por el canciller Juan García del Río e integrada por el comerciante inglés James Paroissien- para buscar un Príncipe, Infante de Castilla de preferencia.

La institución que se encargaría de sembrar la idea monárquica fue la Sociedad Patriótica de Lima, fundada el 20 de enero de 1822, donde se llevaría a cabo el primer debate político sobre la mejor forma de gobierno para el Perú. Esta institución estuvo a cargo del principal colaborador del Protector, el rioplatense Bernardo de Monteagudo, a quien secundaba el sacerdote venezolano José Ignacio Moreno. El órgano de difusión de los debates de la Sociedad Patriótica fue el periódico El Sol del Perú.

Sin embargo, frente a todo este despliegue monárquico se fue formando un frente liberal-republicano encabezado por José Faustino Sánchez Carrión, el célebre “Solitario de Sayán”, quien, desde unas cartas firmadas con ese seudónimo, se había opuesto firmemente a los planes sanmartinianos. Para él, la monarquía era contraria a la dignidad del hombre: no formaba ciudadanos sino súbditos; es decir, personas cuyo destino está a merced de la voluntad de un solo hombre, el Rey. Sólo el sistema republicano podía garantizar el imperio de la ley y la libertad del individuo; finalmente, reconocía que la república era un riesgo, pero había que asumirlo.

Pero Sánchez Carrión no estaba solo. Sus ideas eran también compartidas por Toribio Rodríguez de Mendoza, antiguo redactor del Mercurio Peruano y rector del Convictorio de San Carlos, Francisco Javier de Luna Pizarro, Manuel Pérez de Tudela y Mariano José de Arce, entre otros. Ellos también desplegaron toda una retórica en favor de la república y sus ideas quedaron expuestas en el periódico La Abeja Republicana.

Pero la monarquía no llegó a echar raíces en nuestro país, a pesar de todos los esfuerzos de San Martín. España mismo la había desprestigiado. Para la mayoría de los criollos liberales, la monarquía española -que era el ejemplo más cercano que tenían- era intolerante y decadente. Lo mismo podía ocurrir en el Perú.

De otro lado, lo que pasaba en el Perú también desalentaba el proyecto. Por un lado, el monárquico Monteagudo, como ministro del Interior, había desplegado una imprudente política antiespañola en Lima: ordenó la confiscación de los bienes de los peninsulares por considerarlos contrarios a la independencia y a muchos los expulsó del país. Aparentemente, esto lo hacía con la aprobación de San Martín.

¿Esa actitud era acaso un preludio de la monarquía sanmartiniana? Muchos lo entendían así. Por ello, mientras aumentaba el desprestigio de San Martín también aumentaba la prédica republicana. Además, el ejército realista se encontraba intacto y controlaba la mayor parte del territorio peruano. La promesa de San Martín por libertar al Perú estaba cada día más lejos.

Entrevista de Guayaquil entre San Martín (derecha) y Bolívar (izquierda) el 26 de julio de 1822
(Juan Luis Orrego P.)

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