La Independencia del Perú
LIMA EN VÍSPERAS DE LA OCUPACIÓN PATRIOTA
“Cochrane,
bloqueando el Callao y los guerrilleros, vigilando todas las quebradas que dan
acceso al valle del Rímac, impedían el abastecimiento de la ciudad y aún era
difícil el proveer forraje a las cabalgaduras. El pan escaseaba y había que
pagar por él cuatro veces más; la carne era aún más escasa y se comenzó a
utilizar la de caballo, porque no había otra. Dada la abundancia que Lima había
gozado siempre de toda clase de abastecimientos y el regalo a que estaban
acostumbrados sus habitantes, aún los de las clases populares, se comprende que
una situación semejante les debía ser intolerable.
“A
todo estos males vino a añadirse la peste. Los independientes sufrieron sus
estragos y, aunque no carecían de alimento, en cambio entre ellos faltaban las
medicinas, de modo que, según los testimonios de los hermanos de San Juan de
Dios, que tenían a su cargo el Hospital de Huaura y que con gran solicitud
atendieron a los enfermos, más víctimas hacía la falta de medicamentos, que la
misma enfermedad. En Lima, lo pasaban mejor los enfermos del ejército, en
cuanto a este punto, pero en cambio la alimentación era deficiente. Según Paz
Soldán venían a morir como 20 soldados por día y no bastando los once
hospitales con que contaba la ciudad, hubo que habilitar el convento de San
Francisco de Paula, el nuevo, para dar acogida a los dolientes. Su número
ascendió alguna vez a 3,000. En estas circunstancias y no pudiendo sacar
partido alguno de la ocupación de la capital, el virrey decidió retirarse a la
sierra”.
Pronto
se hizo público el propósito del virrey de abandonar la capital y la
incertidumbre y aún el pavor hicieron presa de la población. El oficial inglés Hall
constató este estado de ánimo, que él describió así:
“Cuando
fui a Lima al día siguiente –26 de Junio de 1821- la encontré presa de gran
agitación. A la sazón todos sabían que los realistas pensaban abandonar la
ciudad a su suerte, y era claro que, a cualquier cosa que aconteciese, se
produciría una reacción violenta; pero como nadie sabía o podía imaginar la
magnitud que alcanzaría, todos creían la crisis llena de peligro y
dificultades. Los timoratos eran presa de los temores más extraños; los audaces
y fuertes no sabían de qué modo utilizar su coraje; y los vacilantes estaban en
el estado más lastimoso; pero los extranjeros no deseaban ofender a ningún
partido, obraban sabiamente, poniendo buena cara al asunto y corriendo su riesgo.
La parte femenina de la sociedad estaba muy enredada, pero se conducía mejor
que los hombres: Las mujeres mostraban más fortaleza, eran menos tímidas, se
quejaban menos del sufrimiento; en general, veían las cosas de un punto de
vista más brillante y no se aconsejaban o apesadumbraban a quienes los
rodeaban, con quejas innecesarias o anticipos del mal. En los días siguientes,
las cosas iban de mal en peor; y al concluir la semana, los temores de las
gentes asumieron caracteres de desesperación y era completamente inútil razonar
con ellas o intentar infundir en sus mentes el valor de la calma y la
paciencia, en momentos tan alarmante”.
El
cinco de julio el virrey publicó una proclama anunciando su intención de
abandonar la ciudad, señalando el Callao como refugio para quienes se creyesen
inseguros en la capital. Esto dio la señal para la fuga inmediata y las
multitudes se precipitaban hacia el Castillo, que al ser interrogados acerca de
las razones que las determinaban a abandonar la ciudad, no daban otra que el
miedo y, ciertamente, la mayoría procedía por puro pánico, que se esparcía
entre ellos del modo más alarmante”.
El
pánico aquél se derivaba del temor a los negros y mestizos habitantes de la
ciudad, pero en medida aún mayor provenía del temor a los montoneros, según lo escrito
por el oficial de la marina inglesa, Hall, quien, respecto de lo cual escribe
que:
“No
era –dice Hall- solamente de los esclavos y de la plebe que se tenía miedo,
sino con más razón de la multitud de
indios armados que rodeaban la ciudad, quienes, aunque a la ordenes de los
oficiales de San Martín, eran tropas salvajes e indisciplinadas y podían entrar
a la plaza en masa tan pronto como la evacuasen los españoles. Estos indios
auxiliares estaban tan cerca, que podíamos verlo, distintamente, desde las
calles, trepados a los altos cerros que caen a la ciudad. El resto del
ejército patriota también a la vista de Lima, formaban semicírculo por el
Norte, listo para entrar a la primera orden.”
PRACTICA
1. ¿Cómo
describirías la situación de Lima antes de que ingresara San Martín?
2. Si
fueses un poblador de Lima de ese entonces, ¿Cuál hubiese sido tu
comportamiento? ¿Hubieses sentido temor? Argumenta.
3. ¿Crees
que fue atinada la decisión del virrey La Serna de abandonar Lima? ¿Por qué?
4. ¿Cómo
crees que pudo aceptarse la independencia del Perú por parte de los limeños?
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